Vela al Santísimo Sacramento
Fuente:  pilumdigital

 



 

 


La custodia nació del deseo de los fieles de ver la hostia consagrada.

Los cristianos necesitaban ver la hostia para adorarla.


 

 

CRISTO, PRESENTE EN LA EUCARISTÍA. 

 

 

Los cristianos creemos en la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

Esto significa que sabemos que está allí presente Cristo como una persona realmente presente: nos ve, nos oye, nos espera, se acerca y nos busca, se inmola por nosotros en la Santa Misa. Aunque no le vemos con los ojos, por la fe sabemos que está ahí.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso. ‘Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto’ (Lc 4, 8), dice Jesús.

Adorar a Dios es reconocer, con respeto y sumisión absolutos, la ‘nada de la criatura’, que sólo existe por Dios.

Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magnificat, confesando con gratitud que El ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo (cf Lc 1, 46-49).

La adoración es el primer acto de la virtud de la religión.

(Catecismo de la Iglesia Católica 2096-2097).

 

 

ALABANZAS DE DESAGRAVIO Y DE REPARACION

 

El sentido que tienen estas alabanzas que hacemos al Señor es la de desagraviar por todas las veces que se le insulta por medio de blasfemias o cuando se pronuncia el nombre de Dios con ligereza o se le toma en vano.  

Cuenta DRINKWATER, F.H., Historias catequísticas, II, n. 1110, cómo se inició esta costumbre de las llamadas "alabanzas de desagravio".

"Hacia finales del siglo XVIII, en una pequeña parroquia cerca de Roma, el padre jesuita encargado de ella, estaba horrorizado por las blasfemias que se oían frecuentemente de labios de muchos de sus feligreses, especialmente entre los marineros de la playa. Comenzó una campaña contra la blasfemia y compuso una oración reparadora para las formas más comunes de ella en contra del nombre de Dios, de Jesús y de su santa Madre. Esta plegaria fue en su forma primitiva el origen de estas alabanzas. Hízose popular y los Papas añadieron también algunas letanías más a las ya existentes".

Cuando decimos: "Bendito sea tu santo nombre", "Bendito sea el nombre de Jesús", etc... estamos haciendo reparación por aquellos que utilizan su santo nombre en vano o, muy comúnmente en nuestro país lo emplean con ignorancia o irreverencia.