Violencia perversa en la vida cotidiana


Llucià Pou Sabaté




El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana, de Marie-France Hirigoyen, dice que "es difícil determinar cuándo hay una relación perversa, de acoso... cada palabra, cada entonación y cada alusión tienen su importancia. Todos los detalles, tomados aisladamente, parecen anodinos, pero su conjunto crea un proceso destructor"... además la víctima puede perder los nervios y reaccionar mal, y "esto es lo que conduce a hablar, erróneamente, de la complicidad de la víctima con su agresor", porque entonces el agresor ha triunfado, haciéndose luego él la víctima y denunciando a quien agrede como agresor.

La violencia privada está compuesta por agresiones sutiles, que “no dejan un rastro tangible y los testigos tienden a interpretarlas como simples aspectos de una relación conflictiva o apasionada entre dos personas de carácter, cuando, en realidad, constituyen un intento violento, y a veces exitoso, de destrucción moral e incluso física”. Es algo propio del mediocre, que llega un momento en el que ya su vida no tiene como objeto construir algo, sino dominar, o destruir. El agresor tiene carácter narcisista, que quiere imponer su mando “para retener al otro”, pero paralelamente es débil de mente, e inseguro, y teme también crear dependencia con respecto al otro, y por eso tiene una actitud despegada, violenta incluso, para que el otro no “se le aproxime demasiado y lo invada. Pretende, por tanto, mantener al otro en una relación de dependencia, o incluso de propiedad, para demostrarse a sí mismo su omnipotencia. La víctima, inmersa en la duda y en la culpabilidad, no puede reaccionar".

Annie era una mujer dominada por la "telaraña" que le tendía su marido Benjamín, un hombre con deseos de controlar todo, que lo calcula todo: sus gestos, sus palabras y su dinero… quiere dominar a Annie. Le pide que sea mujer independiente y que gane dinero, pero al mismo tiempo lo contrario: que esté en casa sumisa a él. Cuando ella le lleva la contraria en algo, tiene explosiones de ira con todo tipo de gritos y modos de ningunearla, y la amenaza: “me voy a divorciar y cuando me vaya yo encontraré enseguida a alguien, pero tú te quedarás con tu soledad”. Annie sabe que es mucho más sociable que Benjamin, “pero se imagina que, una vez sola, se deprimirá dándole vueltas a sus penas”.

Quiere hablar de lo que no funciona, pensando que es un problema de comunicación, pero él llena estos tiempos con sus monólogos agresivos en los que le falta al respeto. Él pone cara de buenas intenciones y “consigue siempre que ella dude de sí misma y se sienta culpable”. Son mil modos de decirle a Annie: “Es culpa tuya”. Él le falta continuamente al respeto, y alguna vez le ha llegado a decir: “yo quiero hacer lo que quiera, y quiero que tú hagas lo que yo quiera”. Ella piensa que “aguantar” es lo mejor, sobre todo por los hijos; que hay que evitar que la cosa vaya a peor, y por eso se esfuerza para que lo cotidiano sea soportable. Pero cuando ella no aguanta más y le para los pies, entonces Benjamín se pone encantador, muy atento con ella, y Annie piensa: “Si él hubiera sido una "bestia" desde el principio, todo estaría claro, pero él puede cambiar... cambiará”. Pero se siente culpable cuando él la llama egoísta, o se ríe de su “moral puritana” ante sus amigos, y piensa que no es buena.

Al final, Annie, sin juzgar la intención de Benjamín, pide ayuda a su familia y amigos, que la animan a tener vida propia, “existir”, se pone a trabajar y a completar su formación con un master y ya no permite que él le falte al respeto… Piensa que puede haber momentos de dificultad en gestionar esa nueva manera de vivir, pero ya no quiere volver a lo de antes; ve también que hay muchas Annies que deben de saber que la unión hace la fuerza, y el acosador se desploma cuando se le reconoce como tal…