Un valor a recuperar: la honradez


José Luis Mota




La sociedad de consumo y del bienestar ha hecho que los niños tengan de todo, de casi todo. Algunos pueden llegar a creerse que todo es de todos, por lo fácil que es conseguir las cosas. Los que crecimos en épocas anteriores teníamos perfectamente asimilado que “no robar” era uno de los más importantes valores y que no vivirlo sería un bochorno para toda la familia. La sensibilidad era tal que si llegábamos a casa con algo que no teníamos: ¿de quién es eso? ¡Mañana mismo lo devuelves!” Era una forma de asimilar, como “valor” que no puedes ser honrado si te quedas o coges algo que es de otro, que no te pertenece. Estaba mal visto hasta la compraventa de productos; quizá era para evitar lo pegajoso que es el dinero. El límite estaba en los cromos; sólo si tenías suerte y te salía un cromo de los difíciles podías venderlo o cambiarlo por un montón de más fáciles que te faltaban.

Para salvar ese valor de la honradez, Israel le decía a su novia que iba a ser concejal, estaba en la lista más votada: “Tú, no aceptes ningún regalo, ¡ni un bolígrafo siquiera!” Tenía razón porque se empieza por un bolígrafo y se acaba por dejarse sobornar con miles de euros. Los funcionarios ya lo saben que, si quieren ser honrados, no pueden prevaricar, extorsionar a un ciudadano exigiéndole una cantidad para hacerle “un favor”, al que el ciudadano tiene derecho.