La donación física, sin amor, es un engaño
Llucià Pou
“Hacer el amor”, “tener sexo”, parecen nombres distintos para cosas parecidas, pero una cosa sin la otra no se entiende: “el sexo sin amor te hace sentir peor”, dice la canción. Ser varón o mujer marca la profundidad de la persona, le da un modo de ver las cosas y de complementarse en el amor, hombre y mujer, atrayéndose mutuamente física y espiritualmente. Con el cuerpo expresan lo que llevan dentro, incluso pueden expresar el amor de Dios que llevan dentro, y así como Dios es creador pueden ser procreadores, dar vida a los hijos. Dice el Catecismo de los Jóvenes: “Dios creó al hombre como varón y mujer. Los creó el uno para el otro en el amor. Los creó para la transmisión de la vida”. Es una explicación de lo que dice Dios en la Biblia: “No es bueno que el hombre esté solo; voy a hacerle alguien como él, que le ayude… Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”.
Para comprender correctamente la sexualidad humana hay que comprender el amor como esa entrega libre del corazón. Nada hay tan bonito en la vida como estar lleno de amor: “vivo por ella”, dice Andrea Bocelli hablando del amor del cantante por la música; también los que se dedican a los demás como Teresa de Calcuta tienen esa mirada gozosa que da el amor; dos amigos que descubren que viven uno en el otro descubren que la amistad es lo mejor de la vida… así también puede surgir entre un hombre y una mujer algo especial, que hace que se entreguen mutuamente para siempre, que se digan “soy tuyo” y así vivan lo que es Dios en su intimidad, un amor de comunión, intercambio, entrega. Y es que cuanto más ama el hombre, más divino se hace. Sobre todo cuando perdona.
La donación física, sin todo esto, es un engaño. Si falta algún ingrediente, como el “para siempre”, hay algo de mentira en ese encuentro. En cambio, cuando hay amor fiel y seguro, la unión sexual es de las cosas más bonitas del mundo, expresión corporal y sensual del afecto, ternura, cariño, placer, amor, comunicación, procreación y familia. Sin una visión de conjunto de estos aspectos se cae en una polarización de un aspecto de la sexualidad, se absolutiza algo que hace daño. El amor verdadero a la larga es lo único que da felicidad, al superar todo egoísmo y amargura con el don generoso de sí.