Cuestiones y respuestas


Por José Maria Brosa, sacerdote y doctor en filosofia
(Texto original en francés)


Este breve articulo se propone examinar los diferentes argumentos empleados por los partidarios de la eutanasia. ¿Qué se entiende exactamente por eutanasia? El Comité consultivo de Bioética de Bélgica define la eutanasia como un “acto practicado por un tercero que pone intencionalmente fin a la vida de una persona a petición propia”; en otros términos, se trata de dar muerte a alguien para librarle de sufrimientos físicos o psíquicos juzgados como insoportables.

Presentamos los argumentos invocados a favor de la eutanasia en siete tesis. Estas son seguidas de una respuesta, que examina el argumento desde un punto de vista crítico. A modo de conclusión expondremos algunas paradojas y contradicciones.

1. LA LEGALIZACION DE LA EUTANASIA PRONDRA FIN AL ENCARNIZAMIENTO TERAPEUTICO

¿Para qué sirve prolongar artificialmente la vida de una persona gravemente enferma sometiéndola a un tratamiento médico a veces costoso, ineficaz y doloroso ? La legalización de la eutanasia permitirá escapar de esta situación intolerable.

Respuesta: ni la deontología médica, ni la moral, ni incluso el derecho imponen el encarnizamiento terapéutico. Al contrario, todo el mundo admite que es legítimo no iniciar o interrumpir un tratamiento que se revela inútil o inadecuado al estado del paciente, y cuyo resultado sería mantenerlo artificialmente con vida. La aceptación de la condición mortal del hombre se inscribe en la misión general asignada a la medicina: el respeto del proceso natural de la muerte no tiene, por tanto, nada que ver con la eutanasia. Por otra parte, es completamente lícito prescribir medicamentos contra el dolor, incluso si pueden tener el efecto indirecto -no querido como tal - de acelerar la muerte (bajo ciertas condiciones de prudencia y proporcionalidad). Esto tampoco tiene nada que ver con la eutanasia.

2. LA EUTANASIA ES UN ACTO DE COMPASIÓN HACIA AQUELLOS CUYO SUFRIMIENTO NO PUEDE SER ALIVIADO

La eutanasia no se aplicaría más que en el caso de personas cuyos dolores fueran insoportables. Se trataría entonces de un gesto de compasión en consideración a esas personas angustiadas.

Respuesta: Si es cierto que algunos enfermos soportan intensos sufrimientos físicos, no es menos cierto que la medicina permite hoy controlarlos eficazmente. El tratamiento del dolor es una materia en constante evolución. Desgraciadamente, el número de médicos familiarizados con esas técnicas es todavía demasiado reducido. Ciertamente es el caso de Bélgica, donde se deberían poner esfuerzos mas importantes para una mejor formación del personal de este sector. El sufrimiento psíquico también puede ser tratado dentro de un acompañamiento apropiado y de un acceso extendido de los cuidados paliativos. Por otra parte, se revela difícil de definir en qué casos el sufrimiento psíquico puede ser considerado insoportable; pues se trata de un fenómeno eminentemente subjetivo. Además, una persona en estado de angustia que solicita la eutanasia expresa generalmente un deseo de no sufrir más, antes que un deseo real de morirse. Su petición se basa en la idea falsa de que no existe ninguna otra solución a su sufrimiento. Por lo tanto, está demostrado que con buenos cuidados paliativos, un acompañamiento de calidad y un rechazo de la obstinación médica, unido a un control juicioso del dolor, permiten desarmar las demandas de eutanasia.

3. TODO EL MUNDO TIENE EL DERECHO DE MORIR DIGNAMENTE

A consecuencia de los progresos de la medicina se llega a prolongar indefinidamente el estado de decadencia de pacientes en fase terminal. Esta práctica es contraria a la dignidad humana. Se debería permitir a todo hombre librarse de este estado de deterioro legalizando la eutanasia.

Respuesta: Es evidente que todo el mundo tiene derecho a morir dignamente. ¿No se trata de un deseo común a todos? Ahora bien, la eutanasia consiste en provocar deliberadamente la muerte: ¿es éste el tipo de muerte digna deseado? La verdadera compasión ¿no consistiría más bien en compartir el sufrimiento del prójimo (com – passio), en acompañarle en su lucha contra la enfermedad y el sufrimiento, donde bien se expresa la dignidad humana en toda su profundidad? El papel de la familia, los médicos, el personal asistencial y de los sacerdotes consiste en ofrecer un máximo de consuelo al enfermo terminal o al paciente crónico hasta el momento de su muerte natural. Esto demanda luchar contra el dolor y renunciar a todo encarnizamiento terapeútico, pero en ningún caso “acabar” con el paciente. Pues sería absurdo pretender suprimir a alguien por asegurarle una muerte digna. ¿Quién puede adjudicarse el derecho de dar ese paso?

4. CADA UNO DEBE PODER DECIDIR EL MOMENTO DE SU MUERTE (respeto de la autonomía)

En nombre de la autonomía y de la libertad del hombre, cada uno tiene el derecho de decidir por sí mismo si su vida es todavía digna de ser vivida y el momento en que desea ponerle fin.

Respuesta: La invocación del derecho a la autonomía en la cuestión de la eutanasia procede de un individualismo exacerbado que se podría describir así: “Yo decido por mí mismo lo que es bueno o malo para mí; yo no me meto en los asuntos de los demás y espero que los demás hagan lo mismo”. Este razonamiento no tiene nada de altruista. Si pudiera ser eventualmente admisible en la vida cotidiana, no lo es cuando se trata de una cuestión de vida o muerte. El hecho de que una persona pueda decidir poner fin a sus días no le confiere el derecho de hacerlo. La tradición filosófica y jurídica ha negado siempre la existencia de tal derecho de propiedad sobre su vida. Este aparece totalmente infundado, pues el hombre no vive solo y por él solo, sino en y para una comunidad. Los partidarios del derecho a la autonomía tienen una mezquina concepción del hombre: para ellos, la vida de un individuo particular es poco importante para los demás, que pueden cómodamente prescindir de ella. Por otra parte, ¿cómo pueden apelar al principio de autonomía para un acto que depende totalmente de otra persona, como es el caso de la eutanasia? El énfasis puesto sobre la autonomía del enfermo, ¿no es una manera sutil de eludir las propias responsabilidades hacia él? ¿No hay una contradicción entre el hecho de subrayar de tal modo la libertad de decisión de una persona y el estado de desconcierto y de sufrimiento en el cual está sumida? El principio de autonomía está iguamente hipotecado por la participación de terceros –médicos, moralistas- en la decisión de practicar la eutanasia. La presión ejercida por la familia sobre el médico para poner fin al sufrimiento de su pariente (¿o más bien al suyo?) refuta este argumento. En una situación parecida, el paciente estimará a menudo ser un “fardo” para los suyos. Es difícil, entonces, invocar su autonomía.

5. NADIE PUEDE IMPONER SUS CONCEPCIONES MORALES O RELIGIOSAS AL PROJIMO

Cada uno es libre de pensar como quiere. Así, cuando una persona pide la eutanasia, los que se oponen a ella no pueden imponer sus intenciones yendo en contra de un proyecto de ley sobre la eutanasia. Es contrario al carácter no confesional y pluralista del estado.

Respuesta: Es precisamente la legalización de la eutanasia lo que vendría a imponer las concepciones de sus partidarios a los demás. Una ley sobre la eutanasia estaría lejos de ser neutra. Descansaría sobre una visión muy particular y parcial del hombre, que consiste en hacer depender la dignidad humana de un juicio de valor. Actuando de ese modo, se somete la supervivencia del individuo al juicio del prójimo. En cuestiones de este género, la ley influye de manera decisiva sobre el comportamiento general. En efecto, ésta conduce ciertos valores culturales, sociales y éticos que impregnan el ambiente en el cual nos movemos todos.

6. LA LEY SOBRE LA EUTANASIA NO SE APLICARIA MAS QUE EN CASOS EXCEPCIONALES

La ley sobre la eutanasia se tendría en cuenta únicamente en algunos casos límites (proyecto de ley moderado). Por ello hace falta continuar penalizando la eutanasia en general.

Respuesta: Es cierto que los partidarios de la eutanasia afirman con fuerza que una ley semejante no sería aplicada más que en casos excepcionales. Y presentan a la opinión pública casos particularmente dramáticos. Este procedimiento es tan ingenuo como engañoso. La legalización de la eutanasia voluntaria constituye la primera etapa de un proceso lógico ineluctable. Pues no se trata de resolver algunos casos dramáticos, sino de asentar una ideología. Si la vida humana no tiene ningún valor intrínseco, sino solamente relativo y subjetivo, la legislación en materia de eutanasia no hará más que extenderse a medida que la calidad de la vida deba responder a condiciones cada vez más exigentes. Basta observar la evolución de la práctica de la eutanasia en los Países Bajos.

7. LA LEY SOBRE LA EUTANASIA NO HARA MAS QUE RATIFICAR UNA PRACTICA YA ESTABLECIDA

La eutanasia se practica ya regularmente, en la clandestinidad y con toda impunidad. Sería mejor que fuera despenalizada. De este modo, se podrían controlar mejor los abusos. El derecho se debe adaptar a los hechos.

Respuesta: Antes que nada, es preciso ser muy prudente en materia de datos estadísticos sobre un fenómeno que tiene lugar en la clandestinidad. En efecto, ¿cuáles son las garantías de su fiabilidad? Por otra parte, la confusión y los malentendidos en torno a la noción de eutanasia exigen aportar ciertos matices: se califica de eutanasia a menudo lo que no es de hecho más que la suspensión de un tratamiento inútil en lo sucesivo. Además, el derecho no se interesa por lo que se hace sino por lo que conviene hacer. La legalización de un comportamiento hasta entonces punible llevará a los ciudadanos a pensar que ese comportamiento se ha convertido en social y moralmente bueno. Esto se vuelve igualmente contra la fuerza obligatoria de la misma ley: el hecho de que una acción, todavía punible ayer, no lo sea hoy, puede fácilmente conducir a relativizar el valor de la ley.

CONTRADICCIONES Y PARADOJAS

En nombre del derecho inalienable al respeto de la dignidad individual, se quiere imponer el derecho de alienar la propia vida cuando se juzga que no es ya digna de ser vivida.

La obligación de respetar la autonomía del paciente, ¿puede verdaderamente consistir en la supresión de esta autonomía?

Una sociedad, cuanto más teme la muerte, más se inclina a provocarla.

Es curioso que la legalización de la eutanasia sea solicitada en el momento en que la medicina registra importantes progresos, en que está más que nunca en condiciones de asegurar el bienestar del paciente, en que las técnicas de control de los síntomas y del dolor han mejorado considerablemente, en que los cuidados paliativos estén en pleno desarrollo y en que todo el mundo está de acuerdo en condenar el encarnizamiento terapeútico.

¿Por qué la cuestión de la eutanasia se plantea en países (del rico Occidente) donde el nivel de vida es claramente superior al de otras partes del mundo? ¿Y por qué esta misma cuestión no se plantea casi nunca en caso de toma de carga paliativa?

Los especialistas en cuidados paliativos afirman que casi todas las formas de dolor pueden ser dominadas; los partidarios de la eutanasia pretenden lo contrario. Según ellos, la eutanasia debe ser legalizada justamente para responder a los casos de sufrimientos incontrolables. Se podría plantear si no haría falta invertir el razonamiento: ¿no es porque se trata de un paciente con una mentalidad eutanásica como se suscita en él –incluso inconscientemente y sin quererlo- un desconcierto moral que no hace más que agravar sus sufrimientos?

Los partidarios de la eutanasia invocan la libertad. ¿No hay cierta ligereza al subrayar la libre elección del enfermo en estado de angustia insoportable? ¿Y cuál será la suerte de las personas sometidas a diversas presiones, debidas por ejemplo a la familia, a motivos financieros, a falta de sitio en los hospitales, etc.?

¿No deberíamos ser interpelados por el gran número de médicos que rechazan practicar la eutanasia? La razón de ello, ¿ no es que sienten espontaneamente que conceder la muerte no forma parte de las tareas de la medicina? ¿Por qué el juramento de Hipócrates condena la eutanasia?

Si la autonomía del hombre se encuentra en la base misma del derecho a la eutanasia, ¿no deberíamos entonces abstenernos de todo juicio y respetar los motivos de todas las personas que desean poner fin a sus días? ¿No es libre todo el mundo de calibrar la calidad de su vida con la vara de sus propios criterios? En cuanto al suicidio, ¿no es también una expresión de esta libertad “sagrada”? ¿Se abrirán pronto centros de eutanasia al lado de instituciones de prevención del suicidio?

¿Es lógico militar en favor de la abolición de la pena de muerte y querer al mismo tiempo legalizar la eutanasia?

Una sociedad que “libera” a las personas gravemente enfermas proporcionándoles la muerte es una sociedad suicidaria. Nosotros debemos oponernos a semejante cultura de la muerte.