Sobre el amor y la sexualidad


Fernando Arévalo

Nuestra vida es tan rica, tan llena de contenido que, a pesar de que hay seres humanos sobre la tierra hace millones de años, muchos aspectos del ser del hombre, de su conducta son todavía un misterio. Nos encontramos con dificultades para comprender a fondo la realidad de las cosas que hacen referencia a facetas importantes de la vida de las personas. Quizás por esto aparecen preguntas, cuestiones relativas al  misterio de la  vida que requieren respuestas concretas que nos ayuden a comprender un poco más el porqué de las cosas, que nos faciliten también dar razón de aquellos principios que creemos o que mantenemos con firmeza. He aquí la explicación de algunas cuestiones en relación a un tema importante en la vida de las personas: el uso de la facultad sexual. Son respuestas dirigidas sobre todo a la gente joven, que necesita criterios claros en estas materias.

 

1. ¿Es malo el placer sexual?

El placer, en general, es un bien para el hombre. La naturaleza está bien hecha y, en principio, lo que nos apetece es realmente un bien, algo que nos conviene, y, en esa medida, también un deber. El placer responde a una necesidad, tiene como finalidad facilitar el uso de una facultad, el cumplimiento de una obligación. Sentimos placer, por ejemplo, cuando comemos; porque la comida es para nosotros una necesidad. El placer de la comida responde al deber fundamental de la conservación del individuo.

            En cuanto que el placer facilita el uso de una facultad, está subordinado a ese fin. Así, el placer de la comida está subordinado a las necesidades de la alimentación. Y, por eso,  hemos de poner orden y medida para comer cuando nos conviene; no podemos comer siempre y todo lo que nos apetezca: nos puede sentar mal.

            El placer sexual, como el placer que obtenemos al comer, también tiene un orden: el que ha impuesto la naturaleza. De igual modo que, aunque nos guste, si nos excedemos con la comida podemos pasarlo mal (incluso enfermar), cuando nos pasamos con el sexo (cuando lo empleamos de modo desordenado, sin respetar el orden impuesto por la naturaleza) nos puede sentar mal, nos hacemos daño como personas.

También hay que tener en cuenta que “el sexo es una realidad muy rica: además del placer entran en juego bienes y deberes muy altos de la persona y de la sociedad. El problema del sexo es que el placer, por ser fuerte, tiende a acaparar la atención y a producir desórdenes que son graves por los bienes que están en juego”1. Está en juego la generación de nuevas vidas, parte de la plenitud y la felicidad humanas, la familia, la incorporación de nuevos miembros a la sociedad, etc.

2. No entiendo por qué no puedo pasarlo bien empleando el sexo. ¿No se trata de algo natural?

 Hay que tener en cuenta, en primer lugar, que la función sexual, por su naturaleza, está ordenada a la transmisión de la vida. La base fundamental del sexo se encuentra  en este  hecho;  no  podemos hablar de sexo sin tener presente esta verdad biológica tan elemental. La naturaleza nos ha dado la función  sexual,  con el placer que lleva consigo su ejercicio, para transmitir la vida. Esto no lo podemos olvidar, el hombre está hecho así

            La gran cuestión es si es digno para el hombre separar el placer sexual de la finalidad natural del sexo de transmitir la vida. Esto podemos entenderlo con un ejemplo: las personas que vomitan para seguir comiendo. De esas personas diríamos que son muy poco dignas; es feo para el hombre actuar de esa manera, es inmoral para el hombre separar placer y función biológica (en este caso, la función alimenticia). Emplear el sexo, separando el placer de la función natural de transmitir la vida, hace indigna (“fea” moralmente) a la persona.

            Por tanto, es inmoral procurarse placer sexual fuera de las relaciones conyugales entre un hombre y una mujer, y es inmoral también el uso de la sexualidad entre un hombre y una mujer cuando se le priva de su orientación natural a la transmisión de la vida: cuando se usan medicamentos o instrumentos para impedir la concepción, etc. Actuar de ese modo es igual que comer y vomitar.

            En segundo lugar, las personas no entregan su intimidad de modo indiscriminado. Es más, hay grados en esa donación de la intimidad. No es lo mismo un manifestación de cariño entre padres e hijos, que entre dos amigos, que entre dos desconocidos. En cada uno de esos casos, la intimidad se guarda o se comparte de diferente modo. Y siempre hay algunas acciones o partes de nuestro cuerpo que protegemos de modo especial. Cuando esa intimidad se descubre, se ofrece de modo desordenado, la persona pierde de algún modo su dignidad. En la relación sexual tiene lugar la entrega total, completa de la intimidad de la persona; si se realiza fuera de su contexto propio, de modo desordenado, también la persona queda rebajada, pierde su dignidad como persona.

3. Si yo quiero a esa persona con quien salgo, ¿por qué está mal demostrarle mi cariño empleando de algún modo el sexo?¿No se dice que el amor se demuestra con la entrega sexual?

Las expresiones corporales de cariño tienen sentido cuando hay un verdadero amor entre las personas. No basta con la atracción física o el simple enamoramiento afectivo2. Entonces es verdad que esas manifestaciones son expresión de amor. Si no, de lo que son expresión es del hambre de placer o de afecto. Y el otro no es vivido como una persona a la que entregarse, sino como un objeto que satisface mi apetito sexual, del mismo modo que un caramelo satisface el gusto. Cuando se usa a otra persona de esta manera, no se la ama, ni siquiera se la respeta, porque se utiliza su intimidad.

            La unión corporal tiene un inicio con la excitación sexual. Esas manifestaciones de cariño y de excitación, que llevan a su fin, están bien dentro del matrimonio, donde se dará una donación total, pero fuera de ese contexto y fuera de de esa finalidad, constituyen un desorden grave.

            Si fuera del contexto matrimonial es un desorden la unión sexual, también lo es su inicio. Quien proyecta realizar un robo, compra una pistola, se acerca al lugar, etc. Todos esos pasos son moralmente ilícitos, aunque al final no se pudiera robar el Banco. De igual modo, aunque no se llegue hasta el final, ya serían ilícitos los preparativos, realizados quizás sólo para pasar un buen rato. Decir que se hace por amor es engañarse: sólo el amor verdadero, para siempre (dentro del matrimonio), con la entrega de toda la persona, garantiza y justifica esas acciones. Lo demás, en el fondo, es una muestra de egoísmo.

            Además, la dinámica sexual se entiende -y, en consecuencia, los actos aislados- si es contemplada como un proceso único: comienza con la excitación y termina -al cabo de los meses y si la naturaleza no lleva a lo contrario- con la aparición de una nueva vida: con el hijo. Un acto aislado que no se enmarque dentro de la unidad de ese proceso, pierde su dignidad.

Es importante darse cuenta, redescubrir la maravilla de un amor limpio, que tantas instancias (el ambiente, los medios de comunicación, etc.) hacen que se oscurezca o que se menosprecie. En un contexto de amor limpio, noble, sacrificado, espiritual, se entiende que “los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje  de la  fidelidad  y de la esperanza de  recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente a crecer en la castidad”3.

4. ¿Por qué no pueden dos personas que en un futuro más o menos próximo se van a casar tener relaciones sexuales antes de la  boda?

Porque, aunque ya haya algún compromiso, todavía no han sellado ese deseo de entregarse mutuamente con el matrimonio. No hay todavía una garantía de que no van a abandonar a su pareja. “Los novios pueden volverse atrás. Se comprende que digan que se aman profundamente, es innegable, y seguramente son sinceros cuando lo dicen; pero no caen en la cuenta de que están hablando desde un amor subjetivo, porque desde un punto de vista objetivo cualquiera de ellos está en el perfecto derecho de cortar la relación. No están, por tanto, en condiciones de entregarse en un gesto que sólo tiene sentido cuando puede ser signo de un amor total y definitivo”4.

            No hay que olvidar también que el amor conyugal tiene unas consecuencias públicas y no es sólo competencia de la esfera privada, por muy íntimos que sean sus sentimientos. Una de las consecuencias inmediatas de su amor es la procreación, que en sus relaciones tratan sistemáticamente de evitar, reduciendo el gesto de amor en su significado de totalidad y apertura a la vida.

 


1 J. L. Lorda, Moral, el arte de vivir, p. 160.

2 Se habla de que tiene que haber un verdadero amor personal, que “no es sólo un proceso espontáneo, sino que se transforma en una actitud voluntaria, libremente asumida de entregarse al otro, amándolo tal y como es y como será, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad. Porque acepto a la persona entera, no sólo con las cosas buenas que me enamoran, sino también con los defectos que me molestan. Y la acepto como alguien que va a compartir y condicionar toda mi vida. La quiero, no por ser así o de la otra manera, sino por sí misma, a ella, sin más, para siempre. Y le entrego todo, me entrego yo mismo, corazón, cuerpo y vida entera” (M. Santamaría, Saber amar con el cuerpo, p. 12). Y esto se llama matrimonio.

3 Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2350.

4 J. A. Sayés, Teología para nuestro tiempo, p. 369. Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2391.